Las tardes de oración las hacíamos en un salón de escuela bíblica. Es cierto que no tenía más que una pequeña ventana, pero todos los guerreros cabían allí para orar. Teníamos la carga por la comunidad. Tanta gente necesitada. Jóvenes perdidos en drogas. Prostitución y delincuencia. Cada tarde, conforme podíamos, nos reuníamos a orar dirigidos por la pastora, la guerrera mayor. Esa tarde, sucedió algo inusual. Normalmente cada tarde de oración eran oportunidades para la guerra de los dos mundos, de la luz con las tinieblas, del bien contra el mal, de Dios contra satanás. Ese día estábamos listos para iniciar y la pastora arrancó la oración al frente de todos. —Hermanos, mientras iniciábamos la oración, sentí en mi espíritu que hay una fuerte presencia de las tinieblas aquí, oremos. —La pastora ya tenía una carga nada más iniciando la oración. Ella suele ser muy sensible a las cosas espirituales. Y los tiempos de oración son tiempos donde ella hace fluir su don.
Historia de mi peregrinaje por iglesias carismáticas/pentecostales.