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El Canguro Negro

Las tardes de oración las hacíamos en un salón de escuela bíblica. Es cierto que no tenía más que una pequeña ventana, pero todos los guerreros cabían allí para orar. Teníamos la carga por la comunidad. Tanta gente necesitada. Jóvenes perdidos en drogas. Prostitución y delincuencia. Cada tarde, conforme podíamos, nos reuníamos a orar dirigidos por la pastora, la guerrera mayor.        Esa tarde, sucedió algo inusual. Normalmente cada tarde de oración eran oportunidades para la guerra de los dos mundos, de la luz con las tinieblas, del bien contra el mal, de Dios contra satanás. Ese día estábamos listos para iniciar y la pastora arrancó la oración al frente de todos.       —Hermanos, mientras iniciábamos la oración, sentí en mi espíritu que hay una fuerte presencia de las tinieblas aquí, oremos. —La pastora ya tenía una carga nada más iniciando la oración. Ella suele ser muy sensible a las cosas espirituales. Y los tiempos de oración son tiempos donde ella hace fluir su don.

La Armadura del Terror

    ¡Señor, ya no más! Decía Ella, mientras se retorcía en el suelo al mismo tiempo que carcajadas salían de su boca. Su cuerpo parecía estar amarrado al piso ya que por más que ella intentaba levantarse, un enorme peso la jalaba hacia el suelo. El salón de la iglesia estaba lleno de una atmosfera muy especial que parecía que tocabas las alas de ángeles que adoran a Dios en el cielo, y cada vez que cantábamos esa alabanza de Danilo Montero “…tocar tu manto Señor”, ella nuevamente decía:       —¡Señor, ya no más! ¡Me pesa demasiado! ¡Ya no quiero tu armadura!        Gritaba, mientras las carcajadas se iban y venía angustia sobre ella, su voz se tornaba quebradiza, y lágrimas corrían por sus mejillas. Ahí estaba la iglesia entera mirando cómo una risa llamada santa se había apoderado de ella, pero ahora ella llora de angustia. Ella ya no soporta el peso de la armadura de Dios.     El tiempo de la ministración se había tornado muy espiritual, nosotros íbamos canción tras canción,